¿Qué son esas concentraciones de masa que se han descubierto en la Luna?
 La ley de Newton de la gravitación universal admite
una fórmula muy simple, siempre que se suponga que todos los objetos
del universo tienen concentrada la masa en un solo punto. Si los
objetos están muy alejados, podemos sentar esa hipótesis; pero
cuanto más cerca estén unos de otros, tanto más habremos de tener
en cuenta que su masa está, en realidad, distribuida por todo el
cuerpo.
 Con todo, el tratamiento sigue siendo muy sencillo,
siempre que, primero, el objeto sea una esfera perfecta, y, segundo,
su densidad sea radialmente simétrica.
 Al decir que la densidad es «radialmente simétrica»
debemos entender que si el objeto es muy denso en el centro y cada
vez menos hacia la superficie, la manera en que la densidad decrece
es exactamente la misma cualquiera que sea la dirección en que nos
movamos a partir del centro. Da igual que haya cambios bruscos de
densidad, siempre que esos cambios sean exactamente iguales en todas
las direcciones a partir del centro.
Los objetos astronómicos más o menos grandes cumplen
aproximadamente esos requisitos. Por lo general, son de forma casi
esférica y su densidad exhibe una simetría casi radial. Claro está
que cuando se trata de objetos muy próximos entre sí hay que contar
con pequeñas desviaciones. Al estudiar los efectos gravitatorios
entre la Luna y la Tierra hay que tener en cuenta que la Tierra no es
una esfera perfecta, sino que presenta un abultamiento en el ecuador.
El exceso de materia en el abultamiento produce un diminuto efecto
gravitatorio que requiere especial atención.
Durante los años sesenta, los
Estados Unidos pusieron en órbita alrededor de la Luna varios
vehículos espaciales (los «Lunar
Orbíters»).
Conociendo como conocían el tamaño y la forma de la Luna con todo
detalle, los expertos en cohetes estaban seguros de poder calcular
con toda exactitud el tiempo que tardarían los vehículos en
circundar el satélite. Pero cuál no sería su sorpresa cuando
comprobaron que los vehículos se movían un poquitín demasiado
aprisa en ciertas partes de la órbita.
Se observaron las órbitas con todo detalle y resultó
que los vehículos se aceleraban ligeramente al pasar sobre los
grandes mares lunares, que son regiones llanas con pocos cráteres.
Esto sólo se podía deber a que la densidad de la Luna no tuviese
una simetría perfectamente radial. En dichos mares tenía que haber
una concentración adicional de masa que producía efectos
gravitatorios no tenidos en cuenta. Los astrónomos empezaron a
hablar de «concentraciones de masa» o, en forma abreviada,
«mascones».
¿Qué son estas concentraciones de masa?
Dos son las teorías propuestas. Algunos astrónomos
piensan que los mares lunares son cráteres supergigantes producidos
por la colisión de meteoritos gigantescos con la Luna. Estos
meteoritos puede que se enterraran bajo la superficie de los mares y
que aún estén allí. Quizá estén compuestos de hierro en su mayor
parte y sean, por tanto, mucho más densos que la superficie normal
de la Luna. Constituirían, pues, una concentración de masa
anormalmente alta.
Otra teoría es que, a lo largo de la historia de la
Luna, los mares lunares fuesen realmente mares de agua. Antes de que
el agua se evaporase al espacio, se habrían depositado densos
sedimentos, explicando así ese exceso de masa.
Las futuras exploraciones de la superficie lunar
deberían determinar cuál de esas teorías es la correcta (o si no
lo es ninguna de las dos), lo cual podría a su vez revelarnos mucho
más acerca de la historia de la Luna (y también de la Tierra).
 
 
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