Si la temperatura de la superficie solar es tan alta que está al blanco, ¿por qué las manchas solares son negras? Para ser negras tendrían que ser frías, y ¿cómo puede haber algo frío en el Sol?
 La pregunta, tal corno está formulada, parece una
verdadera pega. De hecho, a principios del siglo pasado el gran
astrónomo William Herschel concluyó que las manchas solares tenían
que ser frías porque eran negras. La única manera de explicarlo era
suponer que el Sol no era caliente en su totalidad. Según Herschel,
tenía una atmósfera incandescente, pero debajo había un cuerpo
sólido frío, que es lo que nosotros veíamos a través de una serie
de grietas de la atmósfera solar. Estas grietas eran las manchas
solares. Herschel llegó incluso a pensar que el frío interior del
Sol podía estar habitado por seres vivientes.
 Pero esto es falso. Hoy día estamos completamente
seguros de que el Sol es caliente en su totalidad. Es más, la
superficie que vemos es la parte más fría del Sol, y aun así es ya
demasiado caliente, sin lugar a dudas, para los seres vivos.
Radiación y temperatura están estrechamente
relacionadas. En 1894, el físico alemán Wilhelm Wien estudió los
distintos tipos de luz radiada a diferentes temperaturas y concluyó
que, en condiciones ideales, cualquier objeto, independientemente de
su composición química, radiaba una gama determinada de luz para
cada temperatura.
 A medida que aumenta la temperatura, la longitud de
onda del máximo de radiación se hace cada vez más corta, del mismo
modo para todos los cuerpos. A unos 600º C se desliza en la porción
visible suficiente radiación para conferir al objeto un aspecto rojo
mate. A temperaturas aún mayores, el objeto se hace rojo brillante,
anaranjado, blanco y blanco azulado. (A temperaturas suficientemente
altas, la radiación se hallaría en su mayor parte en el
ultravioleta, y más allá aún.)
Midiendo con cuidado la longitud de onda del máximo de
radiación solar (que se halla en la región del color amarillo) es
posible calcular la temperatura de la superficie solar: resulta ser
de unos 6.000º C.
 Las
manchas solares no
se hallan a esta temperatura. Son bastante más frías y su
temperatura en el centro hay que situarla en los 4.000º C solamente.
Parece ser que las manchas solares representan gigantescas
expansiones de gases, y tales expansiones, ya sean en el Sol o en un
frigorífico, dan lugar a una importante caída de temperatura. Qué
duda cabe que para mantener fría una gigantesca mancha solar durante
días y semanas contra el calor que afluye de las zonas circundantes,
más calientes, hace falta una enorme bomba térmica, y lo cierto es
que los astrónomos no han dado aún con un mecanismo completamente
satisfactorio para la formación de esas manchas.
 Incluso a 4.000º C, las manchas solares deberían ser
muy brillantes: mucho más que un arco voltaico, y un arco voltaico
es ya demasiado brillante para mirarlo directamente.
 Lo que ocurre es que las manchas solares son,
efectivamente, más brillantes que un arco voltaico, y de ello pueden
dar fe los instrumentos. El quid está en que el ojo humano no ve la
luz de un modo absoluto, sino que juzga el brillo por comparación
con el entorno. Las zonas más calientes de la superficie solar, las
que podríamos llamar normales, son de cuatro a cinco veces más
brillantes que las regiones más frías en el centro de una mancha
solar, y comparando éstas con aquéllas, nos parecen negras. Ese
negro es una especie de ilusión óptica.
 Que
esto es así puede demostrarse a veces durante los eclipses. La Luna
eclipsante, con su cara oscura vuelta hacia la Tierra, es realmente
negra contra el globo brillante del Sol. Cuando el borde de la Luna
pasa por encima de una gran mancha solar, de modo que el «negro» de
la mancha contrasta con la Luna, entonces se ve que la mancha, en
realidad, no es negra.
 
 
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