¿Qué son los pulsares?
En el verano de 1967
Anthony Hewish y sus colaboradores de la Universidad de Cambridge
detectaron, por accidente, emisiones de radio en los cielos que en
nada se parecían a las que se habían detectado hasta entonces.
Llegaban en impulsos muy regulares a intervalos de sólo 1 1/3
segundos. Para ser exactos, a intervalos de 1,33730109 segundos. La
fuente emisora recibió el nombre de «estrella pulsante» o «pulsar»
en abreviatura (pulsating
star
en inglés).
Durante los dos años siguientes se descubrieron un número bastante
grande de tales pulsares, y el lector seguramente se preguntará por
qué no se descubrieron antes. El caso es que un pulsar radia mucha
energía en cada impulso, pero estos impulsos son tan breves que por
término medio la intensidad de radioondas es muy baja, pasando
inadvertida. Es más, los astrónomos suponían que las fuentes de
radio emitían energía a un nivel constante y no prestaban atención
a los impulsos intermitentes.
Uno de los pulsares más rápidos fue el que se encontró
en la nebulosa del Cangrejo, comprobándose que radiaba en la zona
visible del espectro electromagnético.
Se apagaba y se encendía en perfecta sincronización
con los impulsos de radio. Aunque había sido observado muchas veces,
había pasado hasta entonces por una estrella ordinaria. Nadie pensó
jamás en observarlo con un aparato de detección lo bastante
delicado como para demostrar que guiñaba treinta veces por segundo.
Con pulsaciones tan rápidas, la luz parecía constante, tanto para
el ojo humano como para los instrumentos ordinarios.
¿Pero qué es un pulsar? Si un objeto emite energía a
intervalos periódicos es que está experimentando algún fenómeno
de carácter físico en dichos intervalos. Puede ser, por ejemplo, un
cuerpo que se está expandiendo y contrayendo y que emite un impulso
de energía en cada contracción. O podría girar alrededor de su eje
o alrededor de otro cuerpo y emitir un impulso de energía en cada
rotación o revolución.
La dificultad estribaba en que la cadencia de impulsos
era rapidísima, desde un impulso cada cuatro segundos a uno cada
1/30 de segundo. El pulsar tenía que ser un cuerpo muy caliente,
pues si no podría emitir tanta energía; y tenía que ser un cuerpo
muy pequeño, porque si no, no podría hacer nada con esa rapidez.
Los cuerpos calientes más pequeños que habían
observado los científicos eran las estrellas enanas blancas. Pueden
llegar a tener la masa de nuestro sol, son tanto o más calientes que
él y sin embargo no son mayores que la Tierra. ¿Podría ser que
esas enanas blancas produjesen impulsos al expandirse y contraerse o
al rotar? ¿O se trataba de dos enanas blancas girando una alrededor
de la otra? Pero por muchas vueltas que le dieron los astrónomos al
problema no conseguían que las enanas blancas se movieran con
suficiente rapidez.
En cuanto a objetos aún más pequeños, los astrónomos
habían previsto teóricamente la posibilidad de que una estrella se
contrajera brutalmente bajo la atracción de la gravedad, estrujando
los núcleos atómicos unos contra otros. Los electrones y protones
interaccionarían y formarían neutrones, y la estrella se
convertiría en una especie de gelatina de neutrones. Una «estrella
de neutrones» como ésta podría tener la misma masa que el Sol y
medir sin embargo sólo diez millas de diámetro.
Ahora bien, jamás se había observado una estrella de
neutrones, y siendo tan pequeñas se temía que aunque existiesen no
fueran detectables.
Con todo, un cuerpo tan pequeño sí podría girar
suficientemente rápido para producir los impulsos. En ciertas
condiciones los electrones sólo podrían escapar en ciertos puntos
de la superficie. Al girar la estrella de neutrones, los electrones
saldrían despedidos como el agua de un aspersor; en cada vuelta
habría un momento en que el chorro apuntase en dirección a la
Tierra, haciéndonos llegar ondas de radio y luz visible.
Thomas Gold, de la Universidad Cornell, pensó que, en
ese supuesto, la estrella de neutrones perdería energía y las
pulsaciones se irían espaciando cada vez más, cosa que resultó ser
cierta. Hoy día parece muy probable que los pulsares sean esas
estrellas de neutrones que los astrónomos creían indetectables.
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