Los océanos ¿se están haciendo más salados? ¿Se harán algún día tan salados que maten toda la vida?
En la Tierra existe un ciclo del agua. Cada año se
evaporan unos 125.000 kilómetros cúbicos de agua del océano, que
luego caen en forma de lluvia y vuelven, de un modo u otro, al
océano.
El equilibrio entre las dos ramas del ciclo
—evaporación y vuelta al océano— no es perfecto. De todo
el contenido del océano, sólo se evapora el agua propiamente dicha,
de modo que la lluvia es agua casi pura. Pero, al volver a la Tierra,
parte de esa agua cae primero sobre tierra firme, se filtra en el
suelo y recoge una serie de productos químicos solubles que
transporta consigo hasta el océano. El agua de los ríos, por
ejemplo, es sal en un 1/100 de 1 por 100: no lo suficiente para dejar
de ser insípida, pero sí para ser importante.
Parece, pues, que el océano está recibiendo
constantemente trazas de sales y otros productos químicos de la
Tierra, sin perder ni un ápice de ellos durante la evaporación. Hay
que pensar, por tanto, que el océano se hace cada vez más salino;
muy despacio, claro está, pero al cabo de millones y millones de
años de tiempo geológico la sal tendría que alcanzar
concentraciones enormes. Hoy día, las aguas del océano contienen un
3,5 por 100 de materiales disueltos, que en su mayor parte son sal
común.
El agua de los ríos vierte también sus sales en
algunos lagos interiores que no están conectados con el mar,
acumulándose allí los materiales disueltos igual que en el océano.
Si el lago está situado en una región cálida y su velocidad media
de evaporación es mayor que la del océano, los materiales disueltos
se acumulan con mayor rapidez y el lago puede llegar a tener una
salinidad mucho mayor que la del océano. El mar Muerto, en la raya
entre Israel y Jordania, tiene un 25 por 100 de materiales disueltos.
Es tan salado, que no hay nada capaz de vivir en sus aguas.
El océano ¿está abocado también a un fin tan
lúgubre?
Podría ser, si no fuera porque hay procesos que tienden
a reducir el contenido salino del océano. Las tormentas, por
ejemplo, arrastran consigo tierra adentro la espuma de las olas y
distribuyen sobre el continente las sales disueltas.
Pero hay un factor que opera a una escala mucho más
importante, y es que ciertas combinaciones de sustancias disueltas,
en concentraciones suficientes, se unen en compuestos insolubles que
van a parar al fondo del mar. Y, por otro lado, hay sustancias que
son absorbidas por las células de los organismos marinos.
El balance final es que el océano es mucho menos rico
en sustancias disueltas de lo que debería ser si calculamos todo el
material que han tenido que aportar los ríos a lo largo de los
últimos miles de millones de años. Por otra parte, el fondo del
océano es muy rico en sustancias que tienen que haber venido de la
tierra. Por todo el suelo marino hay grandes cantidades de metales en
forma de nódulos.
 Andando el tiempo, puede también que una porción poco
profunda del océano quede acorralada por tierras que suben de nivel.
Estas porciones de océano se van evaporando poco a poco, dejando
atrás grandes cantidades de materiales disueltos, que regresan así
a la tierra. Las minas de sal, de las que se pueden extraer grandes
cantidades de este compuesto y volúmenes menores de otras
sustancias, son los restos de esas porciones de océano desecadas.
¿Cuál es entonces el resultado global? A la larga,
¿aumenta ligeramente la salinidad del océano? ¿0 en realidad se
está haciendo menos salado? ¿Vira unas veces en una dirección y
otras en la contraria, conservando por término medio un equilibrio?
Los geólogos en realidad no lo saben.
 
 
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