¿Qué es el efecto «invernadero»?
Cuando decimos que un objeto es «transparente» porque
podemos ver a través de él, no queremos necesariamente decir que lo
puedan atravesar todos los tipos de luz. A través de un cristal
rojo, por ejemplo, se puede ver, siendo, por tanto, transparente.
Pero, en cambio, la luz azul no lo atraviesa. El vidrio ordinario es
transparente para todos los colores de la luz, pero muy poco para la
radiación ultravioleta y la infrarroja.
Pensad ahora en una casa de cristal al aire libre y a
pleno sol. La luz visible del Sol atraviesa sin más el vidrio y es
absorbida por los objetos que se hallen dentro de la casa. Como
resultado de ello, dichos objetos se calientan, igual que se
calientan los que están fuera, expuestos a la luz directa del Sol.
Los objetos calentados por la luz solar ceden de nuevo
ese calor en forma de radiación. Pero como no están a la
temperatura del Sol, no emiten luz visible, sino radiación
infrarroja, que es mucho menos energética. Al cabo de un tiempo,
ceden igual cantidad de energía en forma de infrarrojos que la que
absorben en forma de luz solar, por lo cual su temperatura permanece
constante (aunque, naturalmente, están más calientes que si no
estuviesen expuestos a la acción directa del Sol).
Los objetos al aire libre no tienen dificultad alguna
para deshacerse de la radiación infrarroja, pero el caso es muy
distinto para los objetos situados al sol dentro de la casa de
cristal. Sólo una parte pequeña de la radiación infrarroja que
emiten logra traspasar el cristal. El resto se refleja en las paredes
y va acumulándose en el interior. La temperatura de los objetos
interiores sube mucho más que la de los exteriores. Y la temperatura
del interior de la casa va aumentando hasta que la radiación
infrarroja que se filtra por el vidrio es suficiente para establecer
el equilibrio.
Esa es la razón por la que se pueden cultivar plantas
dentro de un invernadero, pese a que la temperatura exterior bastaría
para helarlas. El calor adicional que se acumula dentro del
invernadero —gracias a que el vidrio es bastante transparente a la
luz visible pero muy poco a los infrarrojos— es lo que se denomina
«efecto invernadero».
La atmósfera terrestre consiste casi por entero en
oxígeno, nitrógeno y argón. Estos gases son bastante transparentes
tanto para la luz visible como para la clase de radiación infrarroja
que emite la superficie terrestre cuando está caliente. Pero la
atmósfera contiene también un 0,03 por 100 de anhídrido carbónico,
que es transparente para la luz visible pero no demasiado para los
infrarrojos. El anhídrido carbónico de la atmósfera actúa como el
vidrio del invernadero.
Como la cantidad de anhídrido carbónico que hay en
nuestra atmósfera es muy pequeña, el efecto es relativamente
secundario. Aun así, la Tierra es un poco más caliente que en
ausencia de anhídrido carbónico. Es más, si el contenido en
anhídrido carbónico de la atmósfera fuese el doble, el efecto
invernadero, ahora mayor, calentaría la Tierra un par de grados más,
lo suficiente para provocar la descongelación gradual de los
casquetes polares.
Un ejemplo de efecto invernadero a lo grande lo tenemos
en Venus, cuya densa atmósfera parece consistir casi toda ella en
anhídrido carbónico. Dada su mayor proximidad al Sol, los
astrónomos esperaban que Venus fuese más caliente que la Tierra.
Pero, ignorantes de la composición exacta de su atmósfera, no
habían contado con el calentamiento adicional del efecto
invernadero. Su sorpresa fue grande cuando comprobaron que la
temperatura superficial de Venus estaba muy por encima del punto de
ebullición del agua, cientos de grados más de lo que se esperaban.
 
 
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