¿Qué es la antigravedad? ¿Cómo puede estudiarse?
Hay dos tipos de campos —los electromagnéticos y los
gravitatorios— cuya intensidad decrece con el cuadrado de la
distancia. Esta disminución de intensidad es suficientemente lenta
para permitir que un campo electromagnético o gravitatorio sea
detectable a grandes distancias. La Tierra está firmemente sujeta
por el campo gravitatorio solar, pese a que el Sol está a 150
millones de kilómetros.
Sin embargo, el campo gravitatorio es, con mucho, el más
débil de los dos. El campo electromagnético creado por un electrón
es algo así como cuatro septillones más intenso que su campo
gravitatorio.
Claro está que, parecer, sí parecen intensos los
campos gravitatorios. Cada vez que nos caemos experimentamos
dolorosamente la intensidad del campo gravitatorio terrestre. Pero es
sólo porque la Tierra tiene un tamaño inmenso. Cada fragmento
diminuto contribuye a ese campo, y al final la suma es ingente.
Pero suponed que cogemos 100 millones de electrones
(que, juntados en un punto, ni siquiera se verían al microscopio) y
los dispersamos por un volumen del tamaño de la Tierra. El campo
electromagnético resultante sería igual al campo gravitatorio de
toda la Tierra.
¿Por qué no notamos más los campos electromagnéticos
que los gravitatorios?
Aquí es donde surge otra diferencia. Hay dos clases de
carga eléctrica, llamadas positiva y negativa, de modo que un campo
electromagnético puede resultar en una atracción (entre una carga
positiva y otra negativa) o en una repulsión (entre dos positivas o
entre dos negativas). De hecho, si la Tierra no contuviera otra cosa
que esos 100 millones de electrones, éstos se repelerían y se
dispersarían en todas direcciones.
Las fuerzas de atracción y repulsión electromagnéticas
sirven para mezclar a fondo las cargas positivas y negativas, de modo
que el efecto de éstas se anula en definitiva. Aquí y allá es
posible que surjan pequeñísimos excesos o defectos de electrones, y
los campos electromagnéticos que nosotros estudiamos son
precisamente los correspondientes a estos desplazamientos.
El campo gravitatorio, por el
contrario, parece ser que sólo
produce fuerzas de atracción. Cualquier objeto que posea masa atrae
a cualquier otro que también la posea, y a medida que se acumula la
masa aumenta también la intensidad del campo gravitatorio, sin
cancelación alguna.
Si un objeto con masa repeliera
a otro objeto (dotado también de masa) con la misma intensidad y de
la misma manera que se atraen dichos objetos en las condiciones
gravitatorias normales, lo que tendríamos sería «antigravedad» o
«gravedad negativa».
Jamás se ha detectado una repulsión gravitatoria de
este tipo, pero quizá sea porque todos los objetos que podemos
estudiar con detalle están constituidos por partículas ordinarias.
Pero además de las partículas
ordinarias están las «antipartículas», que son iguales que
aquéllas, salvo que el campo electromagnético está invertido. Si
una partícula dada tiene carga negativa, la correspondiente
antipartícula la tiene positiva. Y puede ser que el campo
gravitatorio de las antipartículas también esté invertido. Dos
antipartículas se atraerían gravitatoriamente igual que dos
partículas, pero una antipartícula y una partícula se repelerían.
Lo malo es que los campos gravitatorios son tan débiles,
que en partículas o antipartículas sueltas es imposible
detectarlos, como no sea en masas grandes. Masas grandes de
partículas sí tenemos, pero en cambio nadie ha reunido una masa
apreciable de antipartículas. Ni tampoco ha sugerido nadie un modo
alternativo, y práctico, de detectar los efectos antigravitatorios.
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