¿Cuál será el fin de la Tierra?
El primero en intentar hacer un estudio detallado de la
historia pasada y previsiblemente futura de la Tierra sin recurrir a
la intervención divina fue el geólogo escocés James Hutton. En
1785 publicó el primer libro de geología moderna, en el cual
admitía que del estudio de la Tierra no veía signo alguno de un
comienzo ni perspectivas de fin ninguno.
Desde entonces hemos avanzado algo.
Hoy día estamos bastante seguros de que la Tierra adquirió su forma
actual hace unos 4.700 millones de años. Fue por entonces cuando, a
partir del polvo y gas de la nebulosa originaria que formó el
sistema solar, nació la Tierra tal como la conocemos hoy día. Una
vez formada, y dejada
en paz como
colección de metales y rocas cubierta por una delgada película de
agua y aire, podría existir para siempre, al menos por lo que
sabemos hoy. Pero ¿la dejarán en paz?
El objeto más cercano, de tamaño suficiente y energía
bastante para afectar seriamente a la Tierral es el Sol. Mientras el
Sol mantenga su actual nivel de actividad (como lleva haciendo
durante miles de millones de años), la Tierra seguirá esencialmente
inmutable. Ahora bien, ¿puede el Sol mantener para siempre ese
nivel? Y, caso de que no, ¿qué cambio se producirá y cómo
afectará esto a la Tierra?
Hasta los años treinta parecía evidente que el Sol,
como cualquier otro cuerpo caliente, tenía que acabar enfriándose.
Vertía y vertía energía al espacio, por lo cual este inmenso
torrente tendría que disminuir y reducirse poco a poco a un simple
chorrito. El Sol se haría naranja, luego rojo, iría apagándose
cada vez más y finalmente se apagaría.
En estas condiciones, también la Tierra se iría
enfriando lentamente. El agua se congelaría y las regiones polares
serían cada vez más extensas. En último término, ni siquiera las
regiones ecuatoriales tendrían suficiente calor para mantener la
vida. El océano entero se congelaría en un bloque macizo de hielo e
incluso el aire se licuaría primero y luego se congelaría. Durante
billones de años, esta Tierra gélida (y los demás planetas)
seguiría girando alrededor del difunto Sol.
Pero aun en esas condiciones, la Tierra, como planeta,
seguiría existiendo.
Sin embargo, durante la década de los treinta, los
científicos nucleares empezaron por primera vez a calcular las
reacciones nucleares que tienen lugar en el interior del Sol y otras
estrellas. Y hallaron que aunque el Sol tiene que acabar por
enfriarse, habrá períodos de fuerte calentamiento antes de ese fin.
Una vez consumida la mayor parte del combustible básico, que es el
hidrógeno, empezarán a desarrollarse otras reacciones nucleares,
que calentarán el Sol y harán que se expanda enormemente. Aunque
emitirá una cantidad mayor de calor, cada porción de su ahora
vastísima superficie tocará a una fracción mucho más pequeña de
ese calor y será, por tanto, más fría. El Sol se convertirá en
una gigante roja.
En tales condiciones es probable que la Tierra se
convierta en un ascua y luego se vaporice. En ese momento, la Tierra,
como cuerpo planetario sólido, acabará sus días. Pero no os
preocupéis demasiado. Echadle todavía unos ocho mil millones de
años.
 
 
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